Millennials en alerta: infartos aumentan en menores de 45 años y expertos llaman al autocuidado

Altos niveles de estrés, dietas poco saludables, sedentarismo y la falta de chequeos preventivos están provocando un alza en los casos de infarto agudo al miocardio en adultos jóvenes. Especialistas advierten sobre la urgencia de incorporar rutinas de autocuidado desde edades tempranas.

Durante décadas, los infartos fueron vistos como una enfermedad casi exclusiva de los adultos mayores. Sin embargo, las cifras más recientes muestran un cambio preocupante: cada vez son más los jóvenes quienes llegan a los servicios de urgencia con un cuadro de infarto agudo al miocardio.

Según datos de la Clínica Alemana de Santiago, en los últimos cinco años se ha registrado un aumento de entre un 11% y un 13% en personas menores de 45 años. Y no se trata de un fenómeno local. En Estados Unidos, hasta el 20% de los infartos se producen en este mismo grupo etario, y países como España y Reino Unido reportan tendencias similares. La señal es clara: los infartos ya no entienden de edades.

La doctora Magdalena Galarce, médico de familia de Farmacias Ahumada, explica que este cambio responde principalmente a los hábitos de vida modernos: “vemos personas de entre 30 y 40 años que llegan a urgencias con síntomas que antes aparecían recién a partir de los 55 años. El sedentarismo, la comida ultraprocesada y el estrés constante están pasando la cuenta”.

En Chile, los números refuerzan la alerta. La última Encuesta Nacional de Salud del Minsal indica que un 25,5% de la población mayor de 15 años presenta alto riesgo vascular, mientras que los adultos jóvenes rara vez realizan chequeos preventivos. A esto se suma que el 75% de los chilenos vive con sobrepeso u obesidad, según el Observatorio Global de la Obesidad, una condición que hoy se observa incluso desde la infancia y que abre la puerta a la diabetes, hipertensión y colesterol alto a edades tempranas.

Otro factor determinante es el estrés. En menores de 45 años, la presión constante en lo laboral y lo personal puede actuar como desencadenante directo de un ataque al corazón, incluso más que la obesidad o la diabetes. “La probabilidad de sufrir problemas cardíacos aumenta cuando se experimenta presión constante tanto en el trabajo como a nivel emocional”, advierte la especialista.

Los hábitos de alimentación también juegan un papel clave. Según el INTA, los chilenos consumen casi el doble de sal de lo recomendado por la OMS y menos frutas y verduras de las necesarias para mantener un corazón sano. Sumado a una dieta alta en azúcares y grasas trans, este escenario genera un terreno fértil para la hipertensión, la obesidad abdominal y la dislipidemia.

Frente a este panorama, los especialistas coinciden en que la prevención es la mejor herramienta. Galarce recomienda chequeos médicos anuales desde los 25 años, especialmente cuando hay antecedentes familiares o exceso de peso. Asimismo, la Organización Mundial de la Salud aconseja realizar al menos 150 minutos de actividad aeróbica semanal, mantener rutinas de sueño saludables y reducir la exposición a factores estresantes.

En paralelo, es fundamental derribar mitos. No existe evidencia que vincule vacunas como la del COVID-19 o la influenza con el aumento de infartos. Por el contrario, la inmunización ayuda a prevenir infecciones que sí podrían agravar cuadros cardíacos en personas con enfermedades previas.

“Lo importante es volver al autocuidado. No se trata de vivir con miedo, sino de adoptar rutinas que protejan nuestro corazón”, concluye la doctora. “Ir al médico cuando uno se siente bien no es exageración, es prevención”.

Así, en un mundo donde la rapidez del día a día ha normalizado el descuido, el desafío está en que los millennials —y las generaciones que siguen— vuelvan a poner la salud en el centro de sus prioridades. Porque el corazón, aunque joven, también tiene sus límites.