La Araucanía 2040: Nuestra brújula para un desarrollo con identidad y equidad

Escribe Ana María Soto, Matrona y Consejera Regional

¿Te imaginas madrugar tres horas cada día para poder llegar a tu trabajo? Esa es la rutina de muchas familias rurales de La Araucanía, pero no tiene por qué seguir siéndolo. Yo defiendo con convicción la Estrategia Regional de Desarrollo Araucanía 2040 (ERD 2040), porque no es un plan más: es la voz de nuestras comunidades, el espejo de sus anhelos y el compromiso de autoridades y ciudadanía por un futuro distinto.

En mi trayectoria como consejera regional, he escuchado a niñas y niños que sueñan con estudiar sin perder horas de vida en un bus, a madres y padres que reclaman acceso a salud digna, y a emprendedoras mapuches que piden ser reconocidas por sus saberes ancestrales. Estos relatos cobran fuerza en iniciativas concretas como en Cunco, donde proyecto piloto de energías limpias disminuyó las interrupciones eléctricas un 30 % en 2024, demostrando que la innovación y la responsabilidad ambiental pueden ir de la mano.

Para mí, rescatar nuestra identidad es urgente. No basta con enunciar “fortalecer la interculturalidad”: debemos abrir espacios donde el mapudungún conviva con el castellano en escuelas y plazas. Defender bosques y ríos exige regular extractivismos y detener la expansión urbana desordenada que hoy amenaza nuestros ecosistemas.

La equidad no es una palabra de moda. Es distribuir recursos de forma que cada posta de salud, cada centro de cuidadores, cada espacio para personas con discapacidad, cada residencia de adultos mayores, cada escuela y cada camino rural reciban la atención que merecen. Esa frase resume por qué mejorar accesos, infraestructura sanitaria, redes de apoyo al cuidador y rampas de accesibilidad es prioritario.

La gobernanza debe latir al ritmo de la gente. Exigiré transparencia en cada licitación, participación real en cada decisión y rendición de cuentas clara y oportuna. Cada peso invertido debe traducirse en empleo local, pymes fortalecidas y cadenas productivas que vinculen tradición y modernidad sin sacrificar nuestra esencia.

Visualizo una Araucanía donde niños y niñas reciban clases con Wi-Fi en sus escuelas, campesinos vendan directamente a grandes mercados y artesanas mapuches exporten sus tejidos con valor agregado. Eso no es un sueño inalcanzable: es justicia social y desarrollo con raíces.

Hoy convoco a alcaldes, dirigentes, funcionarios públicos, vecinos y vecinas a la acción: trabajemos unidos para que en 2040 podamos celebrar lo que somos y lo que logramos juntos. La ERD 2040 es nuestra brújula; depende de nuestra voluntad convertirla en realidad.