Escribe: Susana Tonda Mitri, directora nacional Sename.
Cuando llegamos hace un año, encontramos al Sename en medio de una profunda crisis. Sin duda la expresión más severa de ella, dado el impacto provocado en la vida de cientos de niños, niñas y adolescentes, se radicaba en las residencias de administración directa, los Cread, razón por la cual nos hemos dedicado con mucha fuerza al cierre de ellos desde el primer día y lo seguiremos haciendo hasta lograr reestructurar este sistema residencial.
Cerrar los Cread y transformarlos en Residencias Familiares es un profundo cambio en la mirada de cómo el Estado entiende y ejerce el cuidado, protección, reparación y restitución de derechos de niños y niñas que han sido gravemente vulnerados. No olvidemos que se trata de niños que por decisión de un tribunal, están bajo el cuidado del Estado, dado las graves vulneraciones que han sufrido. Cerrar los Cread y transformarlos en residencias significa pasar de un cuidado masivo, impersonal, con fuertes restricciones en las dinámicas internas, criticado ampliamente por expertos nacionales e internacionales, a un cuidado de carácter familiar, más personalizado y con dinámicas similares a las que vive una familia.
Nos encontramos en un tiempo de transición. El proceso de cierres, iniciado a fines del 2018 con Playa Ancha y la apertura de cuatro residencias familiares en Valparaíso y una en Coyhaique, contempla un proceso gradual que nos tomará los siguientes dos años.
Este gran desafío no ha estado ni estará exento de dificultades. Implementar modificaciones de esta profundidad implica enfrentar resistencias y barreras. Por mencionar algunas: los tiempos que toma implementar reformas dentro del Estado por restricciones administrativas, presupuestarias y jurídicas; la resistencia al cambio de algunos funcionarios y gremios, poner a los niños primero a veces puede no coincidir con los intereses de todos; vencer las barreras de los barrios y comunidades que no quieren que en su entorno se instalen “niños del Sename”; insuficiencia de la oferta en salud mental; y probablemente lo más triste es constatar el profundo daño generado en cientos de niños y sus familias por un sistema institucionalizante en el que han permanecido por muchos años, en algunos casos la vida entera.
Este periodo también contempla discusiones legislativas a través de importantes reformas legales: creación del Servicio de Protección de la Niñez y el Servicio de Reinserción Juvenil; reformas a la ley de adopción; Ley de Garantías y la llamada Ley “corta” de subvenciones que aumenta los recursos para las residencias de los organismos colaboradores.
Hemos estado dedicados también a iniciativas que apuntan a mejoras de más corto plazo, tales como un nuevo modelo de supervisión, el rediseño de la oferta ambulatoria y familias de acogida y la definición de nuevos estándares de atención.
La transición no ha sido fácil, pero creemos que avanzamos en el camino correcto, los niños y niñas deben ser y estar primero.