Las lindas historias de solidaridad que atravesaron Puerto Saavedra en favor de los afectados por la pandemia

Una serie de vecinos no quedaron indiferentes al sufrimiento de su semejantes producto de la emergencia sanitaria. Uno de ellos fue un agricultor anónimo y el otro los integrantes del Cuerpo de Bomberos, además de una tremenda cantidad de vecinos de corazón generoso que salieron en ayuda de quienes más lo necesitaban.

En plena faena de distribución de los choclos.

A comienzos de la pandemia del covid-19 y especialmente a través de la televisión, se supo en todo Chile que los pescadores de Puerto Saavedra se movilizaron rápidamente en para salir en ayuda de la comunidad, donando sus capturas para la alimentación de sus vecinos.

Paralelamente a esta historia de empatía y solidaridad, se produjeron otras cruzadas similares que fueron menos conocidas, pero sumamente importantes para la comunidad.

Una de ellas fue la protagonizada por un agricultor local, que cada año vende sus cosechas de choclos a las principales ferias de Santiago, pero que este año, al comenzar la pandemia y las dificultades de movilización, decidió no vender su producción y donarla casi por completo a la comunidad de Puerto Saavedra.

Ricardo Zambrano, superintendente del Cuerpo de Bomberos de esa comuna, relata que cierto día se comunicó con ellos este generoso agricultor, para ofrecerles choclos a los voluntarios y solicitar su apoyo logístico como institución para distribuir gran parte de su producción a la comunidad local.

Zambrano narra, respecto al anónimo benefactor, que cuando le consultó si acaso deseaba ser entrevistado por los medios de comunicación sobre esta obra solidaria, el hombre le respondió que no se entregara su identidad públicamente, y le agregó la siguiente frase: “que tu mano izquierda no sepa lo que hace la derecha”.

El comandante de Bomberos local, Cristian Salas, refrenda estas palabras, agregando que “en vez de venderlos acá mismo o botar los choclos, prefirió regalarlos, es un hombre que siempre está apoyando en la comuna, a nosotros mismos no ha ayudado muchas veces”.

El agricultor solicitó que se donaran parte de los choclos a los bomberos que estaban atravesando por dificultades económicas y la institución respetó su solicitud, embarcándose posteriormente en repartir el cereal a los adultos mayores de la comuna y familias con niños.

“Cuando tuvo lista otra partida de choclos nos volvió a llamar y continuamos repartiendo y abarcamos gran parte de la comuna, tuvimos que llevar tres vehículos, lo que nos permitió regalar una docena por cada casa. Esto fue aproximadamente a mediados de abril, cuando la comuna estaba en el peack de la pandemia, había muchos casos y esta donación de choclos, que en principio parte dirigida hacia los bomberos, luego el hombre la extendió a toda la comuna”, recuerda Salas.

Con la distribución de choclos en marcha, al mismo tiempo los bomberos debían turnarse para salir a sanitizar las calles urbanas y también para colaborar en los accesos de la comuna, sanitizando todo vehículo que ingresara.

“La municipalidad nos daba los líquidos y algunas protecciones y Bomberos ponía los vehículos, combustible y lo más importante: la mano de obra. Aquí trabajaron las tres compañías dos veces a la semana en Puerto Saavedra y la localidad de Puerto Domínguez, trabajo que no ha cesado hasta hoy. Ahora, una vez a la semana, pero continuará hasta que se nos acabe el líquido”, relata.

EL DRAMA DE UNA FAMILIA DE PUERTO DOMINGUEZ
El superintendente Zambrano manifestó que otra historia que tuvo un emocionante resultado, fue el de una familia de mujeres que llegó en enero de este año a residir a una parcela del sector de Quechocahuin, en Puerto Domínguez, comuna de Puerto Saavedra.

La familia la componía la madre, de aproximadamente 60 años de edad, su hija de aproximadamente 30 años y los dos nietos, de cinco y tres años, respectivamente.

Zambrano aún carraspea cuando recuerda lo que vio y la voz se le torna un poco temblorosa para relatar que “la gente avisó a Bomberos de Puerto Domínguez que esta familia estaba en muy, pero muy malas condiciones y cuando concurrimos a ver en qué podíamos ayudarles, nos encontramos con una situación de muy extrema pobreza. Vivían en una especie de choza que solamente tenía piso en un dormitorio, pero el resto de la vivienda, incluida la cocina y comedor, todo eso era de piso de tierra. Llegamos un día muy temprano a verlos y los chiquititos estaban acostados, totalmente muertos de frío”. Añade que tampoco tenían agua potable ni alcantarillado en su precaria vivienda y eso les terminó de tocar la fibra más interna como voluntarios.

Todos los bomberos que acudieron a la casa no dejaron de impactarse con lo que habían visto y solicitaron a las dos mujeres autorización para iniciar una pequeña campaña para recolectarles alguna ayuda.

“Los vecinos de Puerto Domínguez respondieron de inmediato, unos más, otros con menos, pero todos aportaron dinero y logramos reunir $500 mil, que nos sirvieron para comprar piso, un cielo para la vivienda, pues tampoco tenía, como también carecía de forro interior este inmueble, lo que también pudimos comprar. Un vecino regaló una cocina a leña y hubo personas que se nos acercaron a decir que no tenían dinero pero sí mercadería y logramos armar cuatro cajas con alimentos, de grandes dimensiones”, rememora el superintendente.

Ricardo Zambrano se emociona al recordar la generosidad de las personas de esa pequeña localidad, ya que también recibieron camas, somieres, colchones y ropa de cama para los dos niños.

“La casa no tenía agua potable, pero vimos que a unos 150 metros de distancia existía, así que los bomberos instalamos las cañerías para que tuvieran sistema de agua en la cocina”, explica, y así evitar que las dos dueñas de casa tuvieran que salir con baldes y en pleno invierno al campo para recoger agua para beber y cocinar.

“Un día llegó la compañía completa de esa localidad a trabajar, los bomberos pusimos todo nuestro trabajo, la mano de obra y los vecinos nos apoyaron con los materiales. Lo único que lamento es no haberles podido instalar electricidad, ya que eso sobrepasa las atribuciones de Bomberos, porque efectuar ese tipo de instalaciones es asunto de las empresas eléctricas”, suspira al superintendente.

El comandante Salas agrega que otro día y mientras recorrían las calles con los carrobombas desinfectando las calles de Puerto Saavedra, alguien les contó que había otra familia que atravesaba por graves dificultades, porque ya no les quedaban alimentos y tampoco tenían dinero para comprar.

“Hicimos una campaña entre los mismos bomberos, una `cucha´ con dinero del bolsillo de los voluntarios para comprar alimentos, armamos cajas y las fuimos a dejar a varios domicilios y no tuvieron relación con las cajas que entrega el Gobierno, fue una iniciativa local”, explica, subrayando que “como institución, no tenemos la facultad legal para sacar dinero del Cuerpo de Bomberos y dárselo a la gente, pero los voluntarios son libres de reunir el dinero propio, el salario que gana cada uno en sus respectivos trabajos fuera de Bomberos, y con esa plata armamos las cajas y las entregamos a las personas que lo estaban pasando sumamente mal. Somos 105 bomberos en esta comuna y para nosotros el servir no tiene matices ni diferencias. Para nosotros servir es hacerlo al que necesita y si de repente tenemos que sacar de nuestro bolsillo, se hace. Esto es la esencia del bombero… ayudar”, concluye el comandante.