Este miércoles se cumplieron 31 años de la erupción del volcán Lonquimay

Fenómeno se mantuvo hasta enero de 1990, modificando el paisaje de una extensa área en el valle de Lolco.

A las 15.30 horas del domingo 25 de diciembre de 1988, La Araucanía se sorprendió al enterarse que el volcán Lonquimay comenzaba a hacer erupción.

Sin embargo, desde principio de ese mes, los vecinos de Malalcahuello ya daban cuenta de reiterados temblores, lo que mantenía inquietos a los lugareños.

Profesionales de la Universidad de la Frontera establecieron rápidamente que estos sismos tenían un origen volcánico y que existían reales posibilidades de una erupción del macizo.

Durante el día de Navidad de ese año, una columna de gases y ceniza emergía desde un pequeño cráter ubicado a 3.5 kilómetros al noreste de la cima del volcán, precisamente sobre una fisura que se formó en la erupción de 1987-1889, es decir, un siglo antes.

Este proceso terminó en la formación del cono Navidad, bautizado en recuerdo de la fecha del inicio de la erupción.

Con el paso de los días, la columna de cenizas tenía una altura tan considerable, que podía ser vista desde ciudades como Angol o Temuco, mientras la lava avanzaba hacia el valle de Lolco y arrasaba con numerosas araucarias.

La erupción terminó en enero de 1990 y de acuerdo a los expertos, en total, el volcán emitió 120 millones de metros cúbicos de tefra (roca fragmentada) y 230 millones de metros cúbicos de lava.

Esta erupción tuvo gran impacto en la comunidad, pues la caída de ceniza afectó el sistema respiratorio, ocular, digestivo y al sistema nervioso central de los habitantes locales y serias pérdidas en la ganadería y agricultura.

Al menos 10 mil cabezas de ganado murieron, 100 mil hectáreas de praderas quedaron cubiertas por tefra y otras mil se cubrieron de lava.